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A lm anaquk

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G a llkgo

f a l i a á w

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A tn i querido atn igo D , B ern a rd o R o d rig u es

Es ana poetisa gallega, muy gallega. Ha escrito poco; pero ya se eomprende que el mérito del artista 710 está nuncaen la cantidad de sus obras. Pondal, con sólo A campana d ' Anllom , es decir, sin ias demás composiciones qne á su robusta inspiración debemos, es el gran Pondal. Y aun ba publicado Avelina menos de lo que sa pluma ha producido, casi todo en verso, y ya «n castollano, ya en la lengua de Rosalía. De lo que ha dado á luz rocordamos: M i aldea y un articnlo , E l ochavo mistei'ioso, en El Eco de Galicia, de la Habana; A polire ■orfiña, en E l Porvenir, de Santiago; Eiálogo entre un peregrino que se dirige á Compostela y un labriego, biiingiie, en El Heraldo Gallego, de Orenso; A m i qu&rido hermano polúico D. Angel Velón Taboada, en La Itustracion Gailega y Asluriana, de Madrid; A Galieia, en E l Ciclón, de Santiago; y últim am em e,—1892 y 1893,— Ós que emigran, A TJlla, etc., en E l Eco de Galicia, de Buenos A ires. Citemo3, todavfa, algo más: Hivnno al apóstol Sanliago es, tam bién, obra de Avelina, cuyo nombre, sin embargo, no hemos tenido el gusto de v er exi los estudios que conocemos,—premiado uno en certam en público,—citadores de Jos que cultivan el habla <3e nuestra región; y eso que la cantora del Ulla ha dado á lap rcn sa nlgo más y iriejor quo niuchos en aquéllos msncjonados. Nada le im portará á Avelina Yalladares tal olvido, sin dnda involuntario, porque ella no ha ofrendado ante Helicón para quo sonase su nom bre, ni tampoco tiene pretensiones literarias, condición que d a más valor á su pluma, siempre bien cortada y muy apreciable. Su principal aspiración, sin ser esposa ni m adre, se ha reducído ai cuidado y biene.star de su familia. ¡Nó! Ciiando la valla del decoro no b a sta á contener nna sociedad arrastrad a por el ansia de brillo, y -el hogar, nido de la virtud, se disuelve para vivir la vida do la calle, ■del lujo, de la ostentación y del escándalo, verdaderos engendradores, en las últimas capas sociales, del odio cuyas desastrosas consecuencias estamos ya tocando, no es cosa reducida ó pequena, sino elevada, ejem plar, en los que, sin valerse de medios reprobables, podian recibir el homenaje de los grandes centros, sostener el fuego sagrado de las patriarcales costumbres de sus antepasados. De ahi el que no haya en A velinala luehade las ingentes pasiones.